lunes, 18 de octubre de 2010

Energía

Casi todo es así de simple: haces dar vueltas a una madeja de cobre dentro de un campo magnético y obtienes electricidad. Ya sé que con las placas solares es un poco distinto y que entran en juego semiconductores y demás, pero qué cosa más sencilla y más bonita. Comparado con una planta eólica, fotovoltaica o hidroeléctrica, cualquier central térmica es una triste chapuza. Hasta la calefacción de mi casa, con ese gas natural tan bueno que agujerea toda la ciudas y que, perdónenme, me da miedo. Pero lo que más me disgusta es mi coche, justo por detrás de los coches de los demás; todos ellos pequeñas centrales térmicas de penoso rendimiento que queman litros y litros de gasolina para dar trabajo a la DGT. El otro día vi un coche eléctrico en la tele y pensé, como he pensado tantas veces y luego he olvidado: ¿Como es que yo no tengo uno igual? ¿Cómo es que no tenemos todos uno igual?
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